Sí, la gracia de Dios siempre es asombrosa

«El hermano mayor se irritó al oír esto y se negó a entrar en casa. Su padre, entonces, salió para rogarle que entrara.» (LUCAS 15:28 BLP)

Así fue, el hijo mayor, irritado, no quiso entrar en la casa de donde surgían cánticos de fiesta, la casa de la reconciliación universal. Sin embargo, el padre bueno, el padre misericordioso, salió a rogarle que entrara. Él se negó en redondo. Su pureza le impedía entrar a una casa contaminada por personas de pasado obscuro, pero acogidas y abrazadas por el padre de toda gracia y misericordia.

El padre bueno y misericordioso de la parábola señalaba -y señala- a un Dios que rompe con todas las convenciones sociales y religiosas. Un Dios que abraza al “hijo pródigo”, haciéndole participar de la fiesta, y un Dios que, al mismo tiempo, ruega al “hijo irritado” que participe de su alegría. ¡Dios convoca a todos a la fiesta de la reconciliación! La reconciliación tanto de lo que está el cielo, como de lo que está en la tierra. Sí, la gracia de Dios, como canta el viejo himno, siempre es asombrosa.

Ignacio Simal

Corrección envuelta de misericordia

«Que el justo por amor me corrija y me reprenda…” SALMOS 141:5 BTI

Que una persona justa se nos acerque con un corazón vestido de amor y nos corrija siempre será una bendición para nuestra existencia, ya que su corrección estará encauzada por palabras llenas de misericordia. Y la misericordia en la corrección mutua es la condición “sine qua non” para lograr la sanidad de la persona confrontada. La corrección misericordiosa es auténtica medicina restauradora: nos hace regresar al camino de la verdad, nos salva y nos perdona (Stgo. 5:19,20).

Soli Deo Gloria

Ignacio Simal, pastor de Betel + Sant Pau

En el encuentro personal con Jesús de Nazaret no hay palabras de recriminación

«Tú, Dios, no rechazas el corazón dolorido y humilde.» SALMOS 51:19b BTI

Dios no utiliza los errores que hallamos cometido para estar constantemente recordándonoslos, o hacer chantaje emocional con ellos. Al menos ese no es mi dios, y espero que tampoco el tuyo. Confío en que seamos capaces de aprender de la conducta manifestada en Jesús de Nazaret. Una conducta de acogida misericordiosa a los considerados “enfermos y pecadores”.

En el encuentro personal con Jesús de Nazaret no hay palabras de recriminación, sino de acogida. Tan sólo escuchamos una palabra: ¡Sígueme! Dios no rechaza a la persona con un corazón dolorido y humilde ¡en absoluto! Dios no añade dolor al dolor, exclusión a la exclusión, lágrimas a las lágrimas… Me viene a la memoria en este momento una narración evangélica que es paradigmática en relación con lo que estoy diciendo. Es la historia protagonizada por Zaqueo, un recaudador de impuestos:  «Al llegar Jesús a aquel lugar, miró hacia arriba, vio a Zaqueo y le dijo: — Zaqueo, baja en seguida, porque es preciso que hoy me hospede en tu casa. Zaqueo bajó a toda prisa, y lleno de alegría recibió en su casa a Jesús” (Lc. 19:5-6 BTI). Y es que el Evangelio que hemos conocido tiene solamente un centro, y lo denominamos “gracia”, no “ley”.

Soli Deo Gloria

Ignacio Simal, pastor de Betel + Sant Pau