Llamados por la fe de Cristo
La carta a los Gálatas nos interpela con fuerza: ¿en qué fundamentamos nuestra fe? ¿En nuestras obras o en la promesa recibida por medio de Jesucristo? En Gálatas 3:1-9 y 2:23-29, el apóstol Pablo recuerda que no somos justificados por cumplir la ley, sino por confiar en la fe de Cristo. Esta afirmación radical transforma nuestro modo de vivir la espiritualidad.
Una fe que une y no excluye
La comunidad de Gálatas se veía tentada a volver atrás, a las normas que daban seguridad, identidad y control. Pero Pablo insiste: lo que nos une no es la ley, sino la confianza en la promesa. En Cristo ya no hay distinción de origen, de estatus ni de género. “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús.”
Una comunidad marcada por la gracia
Esta unidad no se impone por homogeneidad, sino que surge de la gracia: una gracia que libera y llama a vivir con responsabilidad, no desde el mérito personal, sino desde la confianza profunda en que Dios actúa por amor. Así se forma una comunidad donde todas las personas tienen lugar y dignidad, no por lo que hacen, sino por lo que son en Cristo.
Vivir desde la promesa
El llamado de este texto es claro: vivir desde la fe en Cristo significa renunciar a los muros que dividen, a las jerarquías que excluyen, y abrazar la promesa que nos ha alcanzado. No se trata de merecer, sino de confiar; no de controlar, sino de caminar con esperanza.
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Aquest article està basat en la predicació del 1 de juny de 2025 a l’Església Protestant Sant Pau.