Dios provee en la incertidumbre: el pan suficiente de cada día

Dios provee en la incertidumbre: el pan suficiente de cada día

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Dios provee en la incertidumbre. Esa es la experiencia central del pueblo de Israel en el desierto y también la nuestra hoy. La incertidumbre no es un error en el camino de la fe, sino parte de su aprendizaje. También el pueblo de Israel, recién liberado de la esclavitud, tuvo que recorrer el desierto sin certezas, enfrentando el miedo, la escasez y la duda. En medio de esa vulnerabilidad, Dios no los abandonó. Les dio el maná: ni mucho ni poco, sino lo necesario para cada día. Como entonces, también hoy Dios se hace presente en nuestras incertidumbres, no siempre como esperamos, pero siempre con fidelidad.

Cuando el miedo nubla la memoria

«Ojalá hubiéramos muerto en Egipto», se lamenta el pueblo en el desierto (Éxodo 16:1-18). El temor al presente borra el recuerdo del pasado y la memoria de la gracia. Al idealizar el ayer, olvidamos los milagros recientes de liberación. Algo similar nos ocurre cuando, ante las crisis actuales, pensamos que todo tiempo pasado fue mejor. Es entonces cuando más necesitamos una memoria espiritual que recuerde la fidelidad de Dios en cada etapa del camino.

La provisión de lo suficiente

El maná no fue abundancia acumulada ni milagro espectacular. Fue lo suficiente para cada jornada. Si alguien guardaba de más, se echaba a perder. Así se aprende a confiar: sin almacenar certezas, sin controlar el futuro. En un mundo que nos empuja a la seguridad total, el Evangelio nos invita a la confianza cotidiana. No todo está resuelto, pero el pan llega. No todo es claro, pero la presencia de Dios sostiene.

Dios provee en la incertidumbre y tiende puentes donde hay olvido

A pesar de las quejas y el miedo del pueblo, Dios responde con gracia. No castiga ni exige perfección, sino que alimenta. Su pedagogía es paciente: enseña a soltar la ansiedad y a vivir desde la dependencia confiada. Dios provee en la incertidumbre y tiende puentes hacia quienes dudan y hacia quienes han olvidado. Nos llama a hacer lo mismo: acompañar desde la compasión, sin juicio.

Una comunidad que recuerda y sostiene

La fe no se vive en solitario. En comunidad aprendemos a recordar cuando una parte olvida, a sostener cuando alguien duda, a compartir cuando el pan escasea. La iglesia se convierte así en un espacio de confianza compartida, donde no se niega la incertidumbre, pero se habita con esperanza. Cada gesto de acompañamiento es un trozo de maná que sigue cayendo. Y cada culto es memoria viva de que Dios provee en la incertidumbre y en cada etapa del camino.


Este artículo está basado en la predicación de Gabriel Martín el 5 de octubre de 2025 en la Església Protestant Sant Pau.

Consulta también nuestro boletín de octubre: Fe que transforma

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