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«Y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada.»
(Lucas 2,7)
Un nacimiento que descoloca
El relato del nacimiento de Jesús, tal como lo presenta el Evangelio de Lucas , nos sitúa ante una escena conocida y, al mismo tiempo, profundamente desconcertante. El anuncio de un rey no llega acompañado de poder, seguridad ni reconocimiento público, sino de fragilidad, desplazamiento y precariedad.
El texto no describe el nacimiento de un rey según los parámetros habituales. No hay palacio, ni corte, ni signos de autoridad. Hay un pesebre, una familia desplazada por un censo impuesto y una noche atravesada por la incertidumbre. Desde ahí comienza a revelarse una manera distinta de entender el poder, la salvación y la presencia de Dios en la historia.
Un rey que no se impone
El Evangelio afirma sin ambigüedades que el niño que nace es el Mesías, el Señor. Sin embargo, todo en el relato contradice las expectativas que acompañan a esa afirmación. Su realeza no se impone, no conquista, no busca legitimarse desde arriba. Se manifiesta desde abajo, desde lo pequeño, desde lo que no cuenta.
En un mundo organizado en torno al poder político, militar y económico, este nacimiento introduce una grieta. Dios no entra en la historia compitiendo con los poderes establecidos, sino desactivándolos desde dentro, mostrando que la verdadera autoridad no necesita imponerse para ser real.
Pastores y periferia
Los primeros en recibir el anuncio no son las élites religiosas ni políticas, sino pastores, personas situadas en los márgenes sociales de su tiempo. El Evangelio subraya así que la buena noticia no se dirige primero a quienes ocupan el centro, sino a quienes viven en la periferia.
Reconocer al Mesías exige una mirada distinta, una atención capaz de percibir la presencia de Dios allí donde no se la espera. El nacimiento de Jesús revela que Dios se deja encontrar en lo ordinario, en lo vulnerable, en lo que fácilmente pasa desapercibido.
Redefinir el poder y la salvación
El anuncio del Evangelio utiliza un lenguaje que en su tiempo se aplicaba también a emperadores y gobernantes: salvación, paz, buena noticia. Pero en Jesús esos términos adquieren un significado radicalmente distinto.
La salvación que se anuncia no se apoya en la fuerza, ni en la victoria militar, ni en el éxito. Se expresa como dignidad restaurada, como reconciliación, como posibilidad de vida plena para todas las personas. Es una salvación que no excluye, que no sacrifica a unos para salvar a otros.
El poder, tal como se revela en este nacimiento, no sirve para dominar, sino para bendecir; no para imponerse, sino para cuidar; no para engrandecer a unos pocos, sino para humanizar la vida compartida.
Una pregunta para hoy
Este relato no pertenece solo al pasado. Interpela también nuestro presente. ¿Dónde nacería hoy ese rey inesperado? ¿En qué espacios de fragilidad, de precariedad, de desplazamiento se haría visible su presencia?
En una ciudad como Barcelona, atravesada por desigualdades, por realidades migratorias, por viviendas precarias y trabajos inestables, el Evangelio invita a reconocer que Dios sigue haciéndose presente allí donde la vida es más vulnerable.
Una identidad que se comparte
Este nacimiento plantea también una pregunta comunitaria: ¿qué tipo de iglesia estamos llamados a ser? No como consigna ni como eslogan, sino como identidad vivida.
Seguir a este rey inesperado implica no absolutizar ningún poder humano, no confundir éxito con fidelidad, no separar la fe de la vida concreta. Implica optar por una comunidad que escucha, que acoge, que comparte la mesa y la palabra, y que busca ser espacio de dignidad y esperanza.
Esta reflexión se enmarca en la vida comunitaria de Sant Pau y se conecta con la manera concreta en que hemos celebrado la Navidad como comunidad, tal como se recoge en el artículo Navidad vivida en comunidad .
La Navidad nos recuerda que Dios se acerca sin ruido, sin imponerse, sin exigir reconocimiento. Y nos invita a dejarnos encontrar por Él allí donde la vida parece más frágil, más sencilla y más verdadera.
Este artículo está basado en la predicación del pastor Ismael Gramaje del 21 de diciembre de 2025 en la Església Protestant Sant Pau.

