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Un culto marcado por la luz y la escucha
El culto de Navidad se vivió como un tiempo de sencillez, recogimiento y gratitud. La celebración estuvo marcada por la escucha atenta,la alegria, el canto compartido y los signos propios de este tiempo.
La cuarta vela de Adviento y una mirada contemplativa
Durante el culto se encendió la cuarta y última vela de Adviento, completando el camino recorrido a lo largo de estas semanas. La luz encendida recordó que la esperanza cristiana no deslumbra ni compite con el ruido, sino que acompaña y permanece.
La lectura bíblica central fue Lucas 2:1–14, el relato del nacimiento de Jesús como un rey inesperado que llega sin imponerse, en medio de la vida cotidiana.La predicación llevó por título Navidad: el nacimiento de un rey inesperado, profundizando en el sentido de un Dios que irrumpe en la historia desde la fragilidad y no desde el poder.
Como respuesta a la Palabra, se propuso un ejercicio contemplativo a partir de la obra El censo de Belén de Pieter Brueghel (siglo XVI). A través del texto compartido, se invitó a buscar a la familia de Jesús en una escena llena de movimiento y distracciones, donde su presencia puede pasar desapercibida. La propuesta ayudó a reconocer que Dios llega de manera silenciosa, sin forzar la atención, también en medio de una vida ocupada.
Cantos, signo y envío
La alabanza recorrió villancicos conocidos y el culto culminó con el canto de Santa nit, un momento especialmente emotivo para quienes participamos. Como signo final, se entregó una bola de Navidad con una cita de Lucas 2:8–19, recordando que el anuncio del Evangelio comienza en la noche y se confía a personas sencillas.
Este culto forma parte de la vida comunitaria de la celebración dominical en la Església Protestant Sant Pau, un espacio abierto de encuentro, Palabra y comunión.
La mesa como prolongación del culto
Tras el culto, la comunidad compartió un tiempo de encuentro mientras se acercaba la hora de la comida navideña. Ya al mediodía, nos reunimos alrededor de una mesa preparada con cuidado, con entrantes variados y canelones como plato principal. La sobremesa se vivió sin prisas, favoreciendo la conversación y el encuentro.
Durante el brindis, las personas compartimos una palabra o una frase que deseabamos conservar del culto. La participación fue libre y ampliamente compartida, creando un clima de alegria, escucha y gratitud.
También hubo espacio para celebrar la vida, cantando el cumpleaños feliz a Katia y a Ma. José, que habían cumplido años la semana anterior, y para el recuerdo agradecido de Elisabet. Encomendada a la presencia amorosa del Padre, su ausencia estuvo presente en la memoria compartida y en el cariño de la comunidad.
La celebración concluyó como había comenzado: desde la alegria, la comunión y la esperanza que nace cuando la fe se comparte en la Palabra y alrededor de la mesa.
Un mismo gesto, dos espacios
Algunas imágenes del culto y del tiempo compartido alrededor de la mesa:








