Entre cenizas, llamados a sembrar nueva humanidad
Incluso en medio del quebranto, Dios hace brotar una esperanza nueva. Predicación basada en Jeremías 33:14-18; 31:31-34 y Juan 17:1-8.
El pueblo está marcado por la pérdida: el templo ha sido destruido, las estructuras que sostenían su identidad se han derrumbado. Y sin embargo, el profeta Jeremías anuncia una promesa: Dios no ha abandonado a su pueblo. Es más, está preparando un nuevo comienzo. Ya no se tratará de un pacto grabado en piedra, sino de una alianza escrita en lo más profundo del corazón.
Esta imagen del pacto interior es revolucionaria. No exige una religión externa ni un cumplimiento mecánico, sino una vida transformada desde dentro. Lo que parecía acabado —entre las cenizas del fracaso— se convierte en suelo fértil para una humanidad diferente, nacida de la justicia, el perdón y la presencia de Dios.
Jesús, en su oración antes de ser entregado, confirma esta esperanza. No pide escapismo, sino fidelidad. No ora para que seamos sacados del mundo, sino para que vivamos en él con la verdad que viene de Dios. Como el profeta, también el Hijo confía en que una comunidad nueva es posible, marcada por la unidad, la compasión y el testimonio.
Sembrar nueva humanidad no es tarea grandiosa, sino cotidiana: gestos de justicia, palabras de aliento, vínculos restaurados. En cada uno de esos actos, incluso cuando todo parece perdido, se enciende la promesa: “Yo seré su Dios, y ellas serán mi pueblo”.
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Este artículo está basado en la predicación de Ismael Gramaje, ofrecida el domingo 20 de julio de 2025 en la Església Protestant Sant Pau.
Lecturas bíblicas:
Jeremías 33:14-18
Jeremías 31:31-34
Juan 17:1-8
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