Pentecostés: la subversión del Espíritu Santo
La fiesta de Pentecostés nos recuerda que el Espíritu Santo no llega para mantener el orden establecido, sino para transformarlo radicalmente. Según Hechos 2:1-4, Gálatas 4:1-7 y 5:16-21, el Espíritu se derrama sin distinción y rompe barreras sociales, religiosas y culturales. No es un adorno espiritual, sino una fuerza que subvierte lo previsible.
Una irrupción que desconcierta
El relato de Pentecostés nos presenta a una comunidad transformada por el Espíritu. Personas comunes son impulsadas a hablar en lenguas distintas, comunicando el mensaje de Dios a toda clase de pueblos. El Espíritu no uniformiza, diversifica. Su presencia no se adapta a estructuras rígidas; las desborda y cuestiona.
El Espíritu libera, no domestica
Gálatas nos ofrece una clave poderosa: el Espíritu no nos hace esclavos, sino hijas e hijos libres. Frente a las obras de la carne —manifestaciones del egoísmo, la violencia, la división—, el fruto del Espíritu apunta a un nuevo estilo de vida: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, fe. Pentecostés nos invita a ser comunidad viva y comprometida, no cautiva de legalismos ni estructuras muertas.
Subversión que transforma
Recibir el Espíritu no es una experiencia privada o emocional solamente. Es una llamada a la transformación personal y colectiva. La comunidad cristiana que nace en Pentecostés es solidaria, abierta, audaz. Está llamada a vivir según el Espíritu, a dejarse guiar no por intereses ni normas impuestas, sino por la gracia liberadora de Dios.
Hoy, como entonces, el Espíritu Santo irrumpe donde menos se espera. Pentecostés no es una fiesta nostálgica, sino una convocatoria presente: a vivir en libertad, en comunión y en renovación continua.
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Aquest article està basat en la predicació del 8 de juny de 2025 del pastor Víctor Hernández a l’Església Protestant Sant Pau.