Lo que cuenta es el corazón

Lo que distingue al auténtico judío es su interior, y la auténtica circuncisión es la del corazón, obra del Espíritu y no de reglas escritas. Y no serán los seres humanos, sino Dios, quien la alabe.” Ro. 2:29 BTI

Lo que cuenta es el corazón, el interior del ser humano. No tanto su pulcritud a la hora de cumplir con reglas escritas (letra). Lo que distingue a alguien que confiesa a Jesucristo del que no, es su interioridad. Y ello sólo lo conoce Dios y el propietario del corazón en cuestión.

Si uno se considera interiormente superior al resto del género humano, ¡tiene un problema! Un problema que debe resolver inmediatamente si realmente desea ser integro a la manera cristiana. Debe iniciar un peregrinaje interior que le conduzca, entre otras cosas, a una limpia conciencia, a la misericordia, a sentir hambre y sed de justicia, a la mansedumbre y a la paz (Mt. 5:1ss). No en vano nos enseñará Jesús de Nazaret que “lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre” (Mt. 15:18). Y también: “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas” (Mt. 12:35). Todo lo que podemos llegar a ser en aras del mundo nuevo de Dios y su justicia se decide en el corazón.

Debemos considerar como único tesoro de nuestra vida la búsqueda incesante de la justicia, fiel compañera del mundo nuevo que proclamó Jesus. Porque nuestro tesoro no está ni en la letra pura y dura, ni en lo que nos ofrece la sociedad en la que nos movemos, sino, reitero, en el mundo nuevo de Dios.

El mundo nuevo se inicia y se abre paso, de entrada, en el corazón. Es en el interior donde el Espíritu nos instruye en el noble arte del nomadismo espiritual que origina su obra en nosotros, a fin de entrar en la tierra prometida de la libertad interior, que ni nos esclaviza -obviamente-, ni nos impele a esclavizar a nuestros prójimos. ¡Todo se decide en el corazón humano! De ahí que “sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” (Pr. 4:23).

Soli Deo Gloria

Ignacio Simal, pastor de Betel + Sant Pau

¿Qué vemos dentro de nosotros?

Cantaban “The Rolling Stone” en 1966: “Miro dentro de mí, y veo que mi corazón está negro. No más colores, quiero que se vuelvan negro […]. No es fácil plantar cara cuando todo tu mundo es negro”.

Y muchos siglos atrás el poeta hebreo escribía: <<Tenía yo confianza aunque decía: “¡Qué desgraciado soy!”. En mi turbación exclamaba: “Todos los humanos mienten”>> (‭‭Sal. ‭116:10-11‬ ‭BTI‬‬). Y es que hay momentos en la existencia en que lo vemos todo negro, tanto si miramos dentro de nosotros -“¡qué desgraciado soy!”- como si observamos a nuestro alrededor -“todos los humanos mienten”-. ¡Todo lo vemos negro!

Nuestro corazón bebe una mixtura compuesta de confianza en Dios y turbación. No sé si a partes iguales. Lo que sí sabemos es que es un debate interior muy doloroso, y que nos priva de ver la vida en todo su colorido. Y oramos, haciendo nuestra la oración de Jesús, “Padre, si quieres, líbrame de esta copa de amargura; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (‭‭Lc. ‭22:42‬ ‭BTI‬‬).

Ahora bien, en medio de todo esto, y haciendo caso omiso a la invitación a la desesperanza que nuestra situación existencial nos hace, decimos en voz alta y clara: “Alzaré la copa de la salvación, invocaré el nombre del Señor. Cumpliré al Señor mis promesas delante de todo su pueblo” (‭‭Sal. ‭116:13-14‬ ‭BTI‬‬). Y lo decimos sabedores que aunque nuestra fe sea minúscula, será capaz de “mover montañas” (Mt. 17:20). La asombrosa gracia de Dios obrando en nosotros logrará, en abierto contraste con lo afirmado en la canción de los “Rolling”, que miremos dentro de nosotros y veamos luz, que observemos nuestro alrededor y volvamos a ver la vida vestida de los colores del arco iris. Soli Deo Gloria

Ignacio Simal, pastor de Betel + Sant Pau