No me importa a la iglesia que vayas, si detrás del Calvario estás

Mientras realizaba mi habitual caminata diaria vino a mi mente una vieja canción evangélica. De esas que colocamos en el apartado de “coritos” -de paso, no sé a quién se le ocurrió llamar así a esas breves canciones que en ocasiones entonamos-. Pues bien, resulta que mientras la recordaba, trataba de darle un interpretación un tanto personal, pero conectada con la prédica de Jesús de Nazaret. Pasados unos minutos, me puse a cantarla a media voz (alguien que me escuchara en ese momento, de conocerla, diría que más bien que cantarla la desentonaba). La canción o “corito” dice:

No me importa a la iglesia que vayas
si detrás del calvario tu estás,
si tu corazón es como el mío,
dame la mano y mi hermano serás
//Dame la mano, dame la mano,
dame la mano y mi hermano serás//

Y sí, es verdad, siempre será verdad, que “no me importa a la iglesia que vayas, si detrás del calvario tú estás“, porque detrás del Calvario están los hermanas y hermanos más pequeños de Jesús; y allí, al otro lado del Calvario, escuchamos todo el clamor de la sangre inocente derramada a lo largo de esta historia de trazos inhumanos y brutales. Sí, estar “detrás del calvario” es tomar partido por los que sufren la historia, es ponerse del lado los que son obligados a ser comparsa de los poderosos, es solidarizarse con aquellos a los que no se les permite ser protagonistas de la Historia, ni siquiera de sus historias personales. Estar “detrás del calvario” nos implica en la vida y mensaje de Jesús de Nazaret; nos hace asemejarnos, aunque sea un poquito, a él.

Cuando el centro de nuestro corazón está ocupado por aquellas personas que ocuparon el corazón del Nazareno es la prueba veraz de que hemos atravesado el umbral del Calvario para introducirnos en el espacio de los excluidos de la Historia. Y de pronto caemos en la cuenta que nuestro corazón de piedra ha mutado en un corazón de carne, y a partir de ahí “en nombre de aquel a quien la religión, la sociedad y el estado sacrificaron en otro tiempo, -nos solidarizamos- hoy con las víctimas de la religión, la sociedad y el estado del modo como aquel Crucificado se hizo su hermano y su libertador” (Moltmann, J. El Dios crucificado. Sígueme, 1975. Pág. 73).

Pues bien, como reza el cántico, los que tienen ese mismo corazón son mis hermanos y hermanas. Ese es el tipo de ecumenismo que despierta mi interés, un ecumenismo que siembra “mundo nuevo” por dondequiera que pasa. Y acabó ya, acabo ya cantando de nuevo, “no me importa a la iglesia que vayas, si detrás del calvario tú estás…

Soli Deo Gloria

Ignacio Simal Camps, pastor de Betel + Sant Pau

Que viu el poble de Déu en un estat d’injustícia?

Les comunitats cristianes, per si mateixes, esdevenen una denúncia profètica del sistema injust en què vivim. L’oració i la pietat bíblica ens comprometen a denunciar/practicar la justícia al nostre entorn més proper. I l’entorn més pròxim dels cristians són les comunitats de fe on desenvolupem la nostra vida relacional.

És d’aquí que la gran preocupació/dedicació de -per exemple- l’apòstol Joan era que l’amor s’expressi, en primer lloc, a la família de la fe en Jesús de Natzaret. Perquè l’amor, l’amor vers el proïsme, s’expressa per la tria de la justícia. De tal manera que és impossible, o almenys n’hauria d’ésser- que en el context del poble de Déu s’escaigui el sadollament d’alguns quants i la gana de molts. L’abundància d’alguns pocs provoca vergonya/escàndol dels qui res no tenen (1 Cor. 11, 20-22). Una tal situació és un acte de desamor i, per tant, un acte d’injustícia.

La justícia, en les Escriptures, té poc a veure amb donar a cada un el que li pertoca. Justícia és el concepte central que governa totes les relacions socials. Significa rectificar situacions entre persones i grups, viure-hi segons l’exigència de la situació social. Vol dir, doncs, justícia per al oprimit (un exemple de rectificació de situacions el trobarem a 1 Jn. 3, 16-17). Perquè aquest és el pecat fonamental del nostre poble: la conformitat amb la desigualtat social i econòmica dels nostres germans, els quals experimenten en primera persona el sistema diabòlicament injust que articula el veïnatge universal en què desenvolupem, en diem, la missió que ens encomanà Jesús de Natzaret.

Per a res no serveix que optem, com a cristians, per la justícia al món si les nostres comunitats reflecteixen el sistema que ens regeix, amb les seves desigualtats social i econòmica. Ens hauria de fer, això, d’acotar-ne els ulls avergonyits i envermellits, en n’adonar-nos que potser estem practicant el pecat (1 Jn. 3, 8). Joan, el deixeble estimat, escriví unes paraules que ens haurien de travessar el cor: tothom que no fa justícia i que no s’estima els germans no és de Déu (1 Jn. 3, 10), si més no, no pas del Déu que es manifestà per mitjà de la persona de Jesús de Natzaret.

Dit això, tornem a la pregunta que dóna el títol a aquesta nota: que viu el poble de Déu en un estat d’injustícia? Qui hagi llegit aquestes ratlles estarà plenament capacitat per respondre la pregunta per si mateix.

Escoltem la veu del Ressuscitat, qui ens parla alt i clar per mitjà de les Escriptures, i no endurim els nostres cors (Heb. 3, 15). Encara som a temps de rectificar!

Soli Deo Gloria

Ignacio Simal Camps, pastor de Betel + Sant Pau

(Trad. català: Artur Eiximenis)

¿Qué vemos dentro de nosotros?

Cantaban “The Rolling Stone” en 1966: “Miro dentro de mí, y veo que mi corazón está negro. No más colores, quiero que se vuelvan negro […]. No es fácil plantar cara cuando todo tu mundo es negro”.

Y muchos siglos atrás el poeta hebreo escribía: <<Tenía yo confianza aunque decía: “¡Qué desgraciado soy!”. En mi turbación exclamaba: “Todos los humanos mienten”>> (‭‭Sal. ‭116:10-11‬ ‭BTI‬‬). Y es que hay momentos en la existencia en que lo vemos todo negro, tanto si miramos dentro de nosotros -“¡qué desgraciado soy!”- como si observamos a nuestro alrededor -“todos los humanos mienten”-. ¡Todo lo vemos negro!

Nuestro corazón bebe una mixtura compuesta de confianza en Dios y turbación. No sé si a partes iguales. Lo que sí sabemos es que es un debate interior muy doloroso, y que nos priva de ver la vida en todo su colorido. Y oramos, haciendo nuestra la oración de Jesús, “Padre, si quieres, líbrame de esta copa de amargura; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (‭‭Lc. ‭22:42‬ ‭BTI‬‬).

Ahora bien, en medio de todo esto, y haciendo caso omiso a la invitación a la desesperanza que nuestra situación existencial nos hace, decimos en voz alta y clara: “Alzaré la copa de la salvación, invocaré el nombre del Señor. Cumpliré al Señor mis promesas delante de todo su pueblo” (‭‭Sal. ‭116:13-14‬ ‭BTI‬‬). Y lo decimos sabedores que aunque nuestra fe sea minúscula, será capaz de “mover montañas” (Mt. 17:20). La asombrosa gracia de Dios obrando en nosotros logrará, en abierto contraste con lo afirmado en la canción de los “Rolling”, que miremos dentro de nosotros y veamos luz, que observemos nuestro alrededor y volvamos a ver la vida vestida de los colores del arco iris. Soli Deo Gloria

Ignacio Simal, pastor de Betel + Sant Pau