Paz, ¡inunda nuestros corazones! Alegría, amabilidad y sosiego, ¡acompañadnos en nuestra peregrinación!

En medio de circunstancias desfavorables, la paz de Dios cuida nuestro corazón y pensamientos. Esa experiencia es inexplicable, incomunicable en palabras, “sobrepasa todo entendimiento”.

Sin embargo, a pesar de no poder ser explicada (tan solo confesada), cuando experimentamos la gracia de la paz -esa clase de paz que el mundo no da-, un talante ante la vida se hace manifiesto a todos los que nos rodean: alegría, amabilidad y sosiego.

De ahí que el apóstol Pablo escribiera ¡desde su experiencia carcelaria!, ”alegraos siempre en el Señor. Insisto: ¡Alegraos! Que vuestra amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca. No os inquietéis por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presentad vuestras peticiones a Dios y dadle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. ‭4:4-7‬ ‭NVI‬‬).

La alegría, la amabilidad y el sosiego, producidas por la gracia de la paz, logran en medio de circunstancias adversas, confesar con el profeta Jeremías: ”el gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad! Por tanto, digo: «El Señor es todo lo que tengo. ¡En él esperaré! (‭‭Lam. ‭3:22-24‬ ‭NVI‬‬).

Sí, ¡el Señor es todo lo que tenemos! ¡En él esperamos todo el tiempo! Paz, ¡inunda nuestros corazones! Alegría, amabilidad y sosiego, ¡acompañadnos en nuestra peregrinación! ¡Aleluya!

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